jueves, 7 de agosto de 2008
El castillo negro en el desierto
...
I. La arena cae de noche
El viento de media noche se levanto desde el oceano sin hacer ruido, cruzo la linea negra de los cerros, comenzo a sobrevolar el desierto, barrio la dunas, las transformo en remolinos y las dejo caer sobre el poblado en una llovizna seca.
Las ventanas apagaron sus luces.
Los animales se refugiaron en los patios.
Cuando no se escucho mas que el sonido de la arena al caer sobre los tejados planos, cuatro niños salieron de sus casas y se juntaron en la calle. Caminaron silenciosos en la oscuridad hasta llegar a la esquina; miraron hacia atras, y se perdieron, veloces, en las sombras.
Uno de ellos llevaba de la mano a una niña cuya trenza se movia de un lado a otro por la velocidad y hacia oscilar una bolsa colgada en su hombro:la animaba con frases entrecortadas y ella daba mas velocidad a sus piernas.
Siguieron asi hasta llegar al final de la calle. Las sombras se hicieron aun mas espesas cuando se detuvieron frente al caseron abandonado.
A pesar de la altisima empalizada, se podian divisar muy al fondo los contornos empinados, las paredes oscuras por el tiempo, las ventanas ojivales cubiertas de vidrios sucios y el techo formado por numerosas puntas que simulaban torreones y torrecillas de disntintos tamaños.
Estaba al centro de un jardin, tan extenso, verde y boscoso, que era un verdadero oasis en medio del pueblo.
Esa noche se veia mas solitario, grande y oscuro que nunca.
Ramiro murmuro con voz solemne:
-Llegamos al castillo negro. ¿Alguien quiere volver atras?
-Yo no, jefe-respondio Luis.
-Yo tampoco-siguio Tomas.
-Yo menos-murmuro la pequeña Clara.
-Esta bien. Entonces tu, Luis, saca la tabla.
Luis, alto, delgado y nervioso, se adelanto a la empaladiza, desprendio de su lugar la tabla marcada previamente por ellos mismos con una X negra, y la dejo caer hacia hacia el jardin.
-Pasa tu primero-ordeno el jefe a Tomas.
El muchacho fornido y de ojos brillantes no dudo no un segundo y metio su cuerpo entre las dos tablas. Habia que que deslizarse de lado, hundir el pecho, y soportar la tension sin respirar, y pasar con un movimiento brusco.
Ramiro observo los esfuerzos de sus amigos con impaciencia. Tomas apreto los dientes al sentir la presion de las tablas en su cuerpo y, sin hacer caso al dolor, paso con un violento quejido.
-Ahora tu-ordeno.
El cuerpo de Luis paso entre las tablas como si estuviera enjabonado y, al segundo, el niño envio una gran sonrisa a sus amigos desde el otro lado de la reja. Entonces Ramiro, sin dejar de vigilar la calle, solto la mano de su hermanita que no dominaba el entusiasmo, y ella se deslizo con la agilidad de un gato.
Finalmente lo hizo él. Tambien era fornido y de hombros anchos; sintio el rasmillon de las orillas de las tablas en su pecho, pero empujo con toda su alma y atraveso sin mover un musculo de su cara. De inmediato coloco la tabla en su lugar, la hundio en la tierra con fuerza, y miro a sus amigos.
-Yo ire adelante-dijo con voz firme-. Ustedes siganme sin hacer ruido.
-Si, jefe-mucmuro Clara.
-Si, jefe-Sigui Luis.
Tomas calló.
-¿Escuchaste?-pregunto Ramiro mirandolo de frente.
-Si-respondio el muchacho. Sus ojos tenian destellos de excitacion.
Comenzaron a caminar a lo largo del trecho que los separaba de la puerta de entrada.
Lo hacian en silencio, evitando casi respirar. La quietud los envolvia de tal modo que el ruido de sus pisadas al tocar la hierba les parecia un sacrilegio, los movimientos pausados de los arboles eran dedos largos y oscuros que les advertia volver atras. El viento dejaba caer arena sobre sus cabezas y ellos, por priemra vez, la sentian. Pero lo que habia sido un juramento solmene no podia ser estropeado por el miedo.
Caminando con los ojos levantados hacia las formas puntiegudas del techo, recorrian con la mirada las ventanas que no daban reflejos, movian las pupilas de lado a lado, para apropiarse de esa axtension oscura a la que se iban acercando. Y cuando llegaron a la puerta, ancha como la de la iglesia, atravesada en lo alto por un cristal roto, con tallados opacos de pajaros y flores, olvidaron todo lo que dejaban atras.
El jefe hizo un gesto, y todos comenzaron a empujar la gran madera. Lo hacian con suavidad, para no romperla ni hacer ruido. Usaban uno de sus hombros, al mismo tiempo, golpes ritmicos. La puerta vibraba. Parecia que iba a ceder, y se sujetaba mas a sus goznes. Y cuando Ramiro empujo con mas fuerzas, pensando que no habia mas remedio que romper por completo el vidrio superior y subir a Clara para que les abriera desde adentro, algo cayo y sono en el suelo. Era una llave de bronce. Seguramente estaba colgada y escondida en alguna moldura de la madera. No se detuvieron a pensar demasiado, el jefe la metio en la cerradura, y la puerta se abrio con la mansedumbre de un cordero.
Les llego a la cara un olor a polvo y encierro y vieron contornos de lo que podia ser muebles o animales quietos. Avanzaron unos pasos. Ramiro cerro la puerta. Clara tomo el brazo de su hermano y el, de inmediato, guardo la llave en su bolsillo y saco la caja de fosforos.
A la debil llama, los cuatro niños dilataron sus pupilas para no perder detalle: podian ser sillones, o mesas, un piano blanco...y el fosforo se apago.
-¡Enciande otro, quiero ver!- pidio Clara, sin soltarse de su hermano.
-No podemos malgastarlos-respondio Ramiro. Y añadio con voz excitada-: Ahora hay que seguir con el plan. Cada uno busuqe un lugar para dormir.
Caminaban a tientas. Los ojos trataban de vencer lo oscuro, pero a traves de los vidrios sucios se venian encima las espesas oledasa de sombras. Todos sintieron que el temor les entraba por la boca y les agarrotaba el estomago, pero no querian demostrarlo. Ramiro tomo con fuerza la mano de Clara y murmuro:
-Si alguien quiere regresar, que lo diga ahora y no habra problemas.
Hubo silencio.
-Yo me quedo.
-Yo tambien-respondio Luis.
-Si se queda Ramiro, yo tambien- se escucho decir a Clara.
-Entonces, acomodense donde quieran y esperemos la mañana- dijo Ramiro, entusiasmado.
Los cuerpos volvieron a desplazarse en la inmensa negrura de la sala. Los pasos casi no sonaban, apagados por las alfombras o el polvo; las manos se extendian para detener cualquier obstaculo, los corazones se apresuraban. Uno a uno fueron eligiendo el lugar donde descansar. Dejaron caer sus cuerpos con cuidado, temerosos de tropezas. Clara se abrazo a su hermano y, lentamente, los constornos de las cosas se fueron aclarando.
Nadie hablaba. No se atrevian a levantar sus voces para no despertar la quietud de ese lugar que dormia un largo sueño. Cada uno se mantuvo expectante, atento a su propio silencio. Era mejor no respirar muy fuerte, para que el sonido que nacia de sus pulmones no reviviera a esas otras sombras largas que se alineaban a un costado. Esperaron el sueño con los ojos abiertos, sientiendo que los minutos pasaban con una lentitud desesperante. Y cuando el cansancio les hundia los parpados y la noche comenzaba a soltar los primeros destellos de claridad, el ruido apagado de unos pasos sobre la alfombra se mezclo al chasquido de la arena que caia desde las vigas. Algo oscuro se bamboleo junto al piano, unos ojos se desplazaron muy abiertos y, finalmente, un cuerpo se echo a los pies de Ramiro a esperar.
En cada publicacion seguire subiendo los siguientes capitulos, espero les guste :)
Por Ana Maria Guiraldo
Etiquetas:
Libros
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Felicitaciones
ResponderBorrarme gusto mucho, el comienzo del cuento hizo que no parpadeara hasta la última letra.
De nuevo felicitaciones, estaré esperando la continuación
que eres linda mi gorda.
ResponderBorrartodavia no leo el cuento XD
jeje
es q usted sabe q yo no leo mucho pero =
linda me encantas
esta muy bello su blog.
eres tan bella y amorosa y linda y hermosa y rica jeje
linda te amoo mucho
y ya leere el cuento no se preocupe te amoooooooooooo linda
me encantas
besos
xau!!!
muxas grasias por publicar este libro te lo agradesco me salvaste una calificacion xao grasias xp
ResponderBorrargrasiias iguual no me sirviio
ResponderBorrarneceesiitoooolooss otrooss caapituulos xD
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