miércoles, 13 de agosto de 2008

II. Un piano y una silla frente a la luz


A Ramiro lo desperto una luz blanca que atravesaba los vidrios y algo que humedecias su mano.
Se incorporo de un salto y vio al enorme perro negro que lo observaba con ojos mansos y lengua jadeante; estaba echado a sus pies y su cola golpeaba la alfombra descolorida en un ritmico saludos. Antes de que Ramiro reaccionara, el animal comenzo a dar ladridos y levanto su cuerpo amplio y macizo.
Tomas y Luis despertaron sobresaltados y pestañearon con incredulidad.
-¡Un perro!- grito Clara.
Se acerco a acariciar su cabeza. El hocico del perro no se estuvo quieto, la olia y emitia unos ladridos que sonaron como risa.
-¡Fuera!-exclamo el jefe, indicando con su masno hacia un extremo del salon.
El animal inclino su cuello, doblo las patas delanteras con el lomo palpitando y gemidos apagados.
Ramiro miro a sus amigos con expresion de triunfo.
La luz tiño sorpresivamente el ambiente. Fue como si un sol plateado se hubiera encendido ahi dentro para mostrarles la enorme sala donde habian dormido. Los niños observaron los muebles que se desparramaban por todos lados, y se admiraron de que esos sillones de cuero negro y reseco donde se habia tendido a descansar no se hubieran desecho al contacto de sus cuerpos. Al centro de la estancia se alzaba un piano tan blanco, que parecia recien pintado. El salon tenia al fondo una puerta ancha y alta de madrea oscura; junto a ella, una escala se curvaba hacia el segundo piso. Varios metros mas alla, una puerta identica a la anterior.
Observaban en silencio. No se atrevian a moverse. Lo que en la noche les habia parecido moles amenazantes que se les venian encima, eran solo esqueletos de grandes armarios que se apoyaban en los muros o mesas de patas rotas que seguramente no habian soportado la carga de arena que caia de lo alto; las omsbras largas y flotantes eran retazos de cortinas que colgaban a los costados de las ventanas que daban al jardin.
Ramiro se empino para mirar, pero el exterior se le hizo difuso. Veia como a traves de una niebla o un velo y le fue imposible distinguir la empaladiza. Tambien Luis y Tomas miraban con los ojos abiertos, reflejando en sus expresion la alergia enorme que les producia su escondite.
Clara seguia junto al perro. Le acariciaba la cabeza y el respondia con gruñido complacidos.
Los tres muchachos se volvieron hacia la escalera. Una baranda de bronce se alargaba hacia arriba y, luego de una amplia curva, desembocaba en un pasillo.
-jefe, hay que conocer el resto del Castillo Negro-dijo Luis entusiasmado.
-Hay que ir por partes-respondio Ramiro-. Primero la planta baja.
El perro se habia puesto de pie y bamboleaba su cuerpo hacia el. Con el hocico le cogio la orilla de pantalon y tironeo hacia la puerta que se veia a un costado.
-¡Quiere que lo sigas, jefe!- dijo Clara.
-¡Ya entendi, sueltame!- ordeno Ramiro.
De inmediato el animal solto el pantalon y comenzo a caminar en forma pesada.
Todos lo siguieron.
Cuando llego a la puerta alta y ancha se sento a esperar. Ramiro giro la manilla de bronce y los cuatro vieron una cocina grande en la que podian caber diez cocineros sin problemas. El suelo mostraba un embaldosadode tablero de ajedrez. Pero los cuadrados negros eran de un blanco que heria la vista: mesones, muros y tambien la arena que se amontonaba tras las puertecillas abiertas de un armario.
El perro volvio a tironear el pantalon de Ramiro. Lo solto y comenzo a rasguñar la pared. Pero lo que rasguñaba era una puerta de madera que confundia su colorcon el del muro. Tenia la pintura saltada y llena de hendiduras. Ramiro se acerco con curiosidad. Abrio una cerradura. La sombras de un sotano le llenaron la cara y un sentimiento de angustia inexplicable le oprimio el pecho.
-No vale la pena ver esto...-explico a los niños que lo miraban sin entender su turbacion.
Pero el perro volvio a rasguñar la puerta con un prolongado aullido. Miraba a Ramiro con fijesa y su cola golpeaba el suelo en un insistente pedido.
-¡Dije que no bajaremos al sotano!- exclamo Ramiro casi sin darse cuenta de la violencia de su tono.
El perro entonces inclino la cabeza y sus gemidos siguieron inaudibles.


Salieron de la cocina.
Clara reia a gritos porque habia conseguido sentarse sobre el perro. Se agarraba a las orejas, los pies se doblaban para no tocar el suelo y su cuerpo se movia hacia los lados siguiendo los movimientos del lomo.
Ramiro encabezo la expedicion.
Sortearon nuevamente algunos sillones y divanes que les obstaculizaban el paso como bultos petrificados y llegaron hacia la otra puerta. Cuendo pasaban junto al piano blanco, cuya forma les parecio una paloma con un ala al vuelo, Tomas se detuvo. Levanto la tapa; iba a hundir una tecla cuando un ladrido ronco y corto lo detuvo. Los ojos del animal lo miraban amenazantes y mostraba sus colmillos en un arrastrado gruñido.
Tomas quedo con el dedo en el aire. Pero de inmediato se sobrepuso y con una risita despectiva bajo nuevamente el indice para oprimir la tecla. El ladrido ahora fue tan agudo, que el muchacho retiro su mano como si la hubiera herido el filo de un cuchilillo.
A un gesto del jefe, Tomas, algo palido, se separo del piano y lo sigio hacia la puerta que habia junto a la escalera.
Ingresaron a un amplio comedor. Habia una mesa de forma ovalada con doce sillas a su alrededor . Los niños pensaron que la mesa y las sillas serian hermosas si no huebiran estado tan viejas y resecas. Colgaba del techo una especia de araña, cuyos ocho brazos sostenian la velas con llamas de cristales cubiertas de arena.
En el comedor vieron una puerta de dos hojas entreabiertas.
Apenas Ramiro las empujo, a todos se les alargo la mirada. En el costado izquierdo se alineaban siete ventanas ojivals con sus vidrios opacos de polvo. El suelo estaba formado por tablas largas y delgadas que viajaban rectas e interminables hacia el fondo. Y alli, afirmaban contra una pared, se erguia una silla de respaldo tallado.
Nada mas. Solo eso. Y las murallas lisas y palidas, el techo altisimo, y el jardin que teñia las ventanas de un verde estatico.
Los niños contemplaron la silla en silencio.
Desde el fondo de sus espiritus comenzo a nacer un sentimiento nuevo. Quisieron caminar hacia ella por ese camino de tablas angostas que los llevaria hacia el fondo. Detenrse. Cada uno se imagino frente a la silla. Y la necesidad poderosa de sentarse en ella, mientras era contemplado por los demas, les parecio algo irresistible. No sabian muy bien para que. Tal vez para dominar la estancia de una sola ojeada. O quiza porque la silla estaba vacia. O tan solo para ser el primero en ocuparla. Cada uno, durante unos segundos en que solo se escucho la respiracion acerzante del perro, quedo con las pupilas inmoviles, como si el tiempo se hubiera detenido en el preciso instante en que la vieron.
-¡Que pieza tan vacia!- se escucho decir de pronto a Luis.
-Esta sera la sala de las siete ventanas del CastilloNegro-musito Ramiro, en un tono extraño.
-Si, la Sala de las siete Ventanas-repitio Tomas.
De pronto, Clara miro hacia atras.
-¡Tengo que ir al segundo piso!¡Ahora mismo debo ir al segundo piso!¡Vamos, jefe!-exclamo la niña, agitada.
Obligaba al perro a dar la vuelta apretando sus rodillas contra los flancos y torciendole el cuello, forzandolo a caminar hacia el comedor.
El jefe dio la orden de salir. Cerro con ambas manos las puertas, y la silla quedo en el fondo de la habitacion.
Cuendo llegaron a la escalera el perro estaba echado en el primer escalñon y les cerraba el paso.
-¿Vas a pedrile permiso para que te deje subir?-pregunto Tomas a Ramiro en tono altenero.
-Callate...-susurro Luis, asustado por el brillo de los ojos del animal.
Ramiro respondio a Tomas con una mirada seca. Su cara reflejo mas autoridad que nunca. Dio un paso hacia adelante y, de inmediato, el perro se puso de pie,y comenzo a subir a la cabeza de todos.
Clara lo sigio a la carrera.
Tomas trato de adelantarse, pero la cola del perro le azoto una pierna como por casualidad. De inmediato el muchacho esbozo una sonrisa despectiva y miro a Ramiro.
Subieron por la amplia escalera y llegaron al segundo piso.
Antes ellos se extendio un pasillo iluminado por el vidrio blanco de un ventanal.
Varias puertas mostraban sus respectivos picaportes de bronce, tan curvos, que daban la impresion de brazos dorados apoyados a caderas.
El perro se detuvo en la primera puerta, la rasguño y con un ladrido miro a Clara.
-¡Me lo pide a mi!-exclamo la niña.
y abrio la puerta de un empujon.


bueno, estoy apurada...esperen los otros capitulos, xau!

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"Tambien digo "jo" muchas veces. En parte porque tengo un vocabulario pobrisimo, y en parte porque a veces hablo y actuo como si fuera mas joven de lo que soy."