Micro

¿Quisieras saber sobre esas dos ruinas?
¿Quisieras saber como se siente estar en medio? O mas bien tratar de estarlo.
Pues...no siempre duele el hielo en la cara, y no siempre el sol quema tan fuerte.
No podria herirme si yo no quiero...se supone.
Quiza los ruidos que hacen no los escuches, pero a mi me dejan sorda.
Hay veces quiza que es mas facil, pero es tan facil que sabes que es mentira. Cuando cruzas ese espacio esta tan oscuro, pero tratas de fijarte al piso,  entiendes?
Aveces quiza no se como soportarlo, balanciar esta carga en mi cabeza, mantener esta pesada carga en equilibrio.
Y siempre hay que volver, por mas que creo que esta bien, hay que volver.
Si, lo asumo, no es normal, pero tu tambien puedes asumir que no soy solo yo, y sabes que tu tambien estas hecho pedazos.

No te olvido, Carmen

Carmen se sentó en el fresco asfalto nocturnos,
Tan fresco como el verano lo permitía.
Se acomodo los zapatitos con cuidado, mientras miraba el cielo manchado.
Su muerto corazón latía suave
En su rítmico réquiem constante.
Muy a su pesar era noche sin luna, y en su infantil rostro se reflejaba nostalgia.
Fue en una noche como esa...estaba bajo la misma constelación.
Así fue, pensó.
Tenia Ganas de seguir caminando.
Antes le gustaba caminar kilómetros y kilómetros, pero esos caminos ya no existían.
Pensó si alguna vez la volverían a recordar.
Tristemente creyó que no, entonces se levanto de la vereda y monto a su amigo que tanto extrañaba, se llamaba azabache, y le gustaba las zanahorias.

El General

Me gustaba visitarlo.
Me gustaba ver su humedad escalando en los muros, tratando de batallar con el escaso calor de un perdido rayo de sol, pero aun así, como no queriendo, ganándole al verde musgo.
Me gustaba cuando me respondía con ecos musicales mis pasos, en sus pasillos de penas secas.
Me gustaba llevar ramitos de flores silvestres, y repartirlas entre los olvidados; los dormidos del recuerdo, o quizá, los ya no tan poco acompañados.
Me gustaba sentarme en la avenidas Los Castaños, quedarme quieta y en silencio, y enredarme entre las decadentes notas musicales, que exhalaban unas polvorosas y desteñidas tarjetas de cumpleaños.
Me gustaba explorar los pasillos, criptas abiertas de vertiginosas escaleras, corredores donde el calor no entraba ni en pleno enero, puentes y pasarelas, y cada rincón que escondía sus mágicos jardines.
Me gustaba mirar sus estatuas, y bailar con ellas tomando sus manos frías.
Me gustaba visitarlo.